La guerra: A las 5 de la madrugada
Isaac Bigio
A las 5 a.m. hora local de este jueves 24 empezaron los operativos militares rusos sobre Ucrania. Durante semanas pronosticamos que mientras no acabasen las olimpiadas de invierno en Beijing, Rusia no iba a atacar a Ucrania para no afectar los intereses de su mayor aliado global (China). Al día siguiente del domingo 20 en que los juegos deportivos acabaron, empezaron los juegos de guerra.
El lunes 21 Moscú reconoció oficialmente a las autodenominadas «repúblicas populares» de Luhansk y Donetsk en el sudeste ucraniano, a ocho años de que estas hubiesen nacido apoyadas por la población rusohablante. El mandatario ruso Vladímir Putin justificó lo hecho aduciendo que debía proteger a más de 10 millones de rusos que viven en Ucrania y, sobre todo, a estas dos regiones que vienen siendo permanentemente bombardeadas. Desde el 2014 más de 14 mil personas han muerto en el conflicto por Luhansk y Donetsk.
Si bien los rusos ucranianos han logrado retener el control de las capitales de ambas regiones, unas 2/3 de ambas fueron antes reconquistadas por Kiev. Putin argumenta que existe un “genocidio” contra sus connacionales rusos en Ucrania, mientras que los líderes separatistas aducen que su cultura e idioma han sido reprimidos habiéndose retirado al ruso como lengua cooficial.
En febrero de 2014, ocho años atrás, cayó el gobierno constitucional electo de Viktor Yanukovich, en lo que Occidente denominó “una revolución de colores”, pero que los rusos calificaron como un golpe de Estado. Algo que generó mucha indignación en buena parte de los 48 millones de ucranianos, particularmente en los medios sindicales, izquierdistas o ruso-parlantes, es que en esa rebelión participaron activamente miles o decenas de miles de militantes o milicianos extremistas ultraderechistas que abiertamente reivindican al ejército de Stepan Bandera. Los banderistas, durante la II Guerra Mundial, apoyaron la invasión alemana y perpetraron masacres contra los judíos, polacos, rusos y soviéticos que vivían en Ucrania. En ninguna otra parte del planeta hay tantos y tan activos grupos paramilitares abiertamente pronazis como en la actual Ucrania, algo que la prensa occidental no quiere reportar.
Tras el derrumbe de Yanukovich, el mando del país pasó a manos de líderes que han querido lograr que Ucrania ingrese a la Unión Europea y a la OTAN, entidades que la oposición local y Moscú sindican de haber estado tras el golpe de Estado del 2014. Los nuevos presidentes han impulsado un programa de “ucranización” y “decomunistización” que implica eliminar el status de la lengua rusa como cooficial, suprimir o reprimir sindicatos o partidos que reivindican a la URSS y erradicar estatuas, nombres de calles, plazas y edificios de héroes de la guerra soviética antinazi. Aunque el actual presidente Volodimir Oleksandrovich Zelenski es de origen judaico, ni él, ni Israel ni Occidente denuncian a las bandas prohitlerianas, las cuales son utilizadas como fuerza de choque contra Rusia. Según la TV rusa, ahora mismo esos grupos vienen previniendo el éxodo hacia el resto de Ucrania por parte de la población civil de Mariupol (la principal ciudad costera de Donetsk, a la cual los rusos la vienen bombardeando buscando reincorporarla a la república separatista del mismo nombre).
Desde su independencia en 1991, Ucrania ha alternado en el poder a gobiernos prorrusos y proeuropeos. Los primeros han querido mantener el tradicional bloque paneslavo con Rusia y Belarús, naciones con las que comparten un idioma similar escrito en alfabeto cirílico, el mismo credo ortodoxo mayoritario y siglos de historia común. Los segundos han querido emular a sus vecinos de Polonia, Eslovaquia y Rumanía para entrar a la Unión Europea y estructurar un modelo más liberal. La familia Biden tienen poderosos intereses económicos en Ucrania, algo que fue uno de los principales caballitos de batalla que Donald Trump tuvo contra su rival en las elecciones norteamericanas.
Ambos campos ucranianos eran más o menos de similar peso demográfico y geográfico, pero desde el 2014 Rusia decidió alentar el separatismo de las tres principales regiones que hablan mayoritariamente el ruso. A Crimea la anexaron tras que esta tuviese un referendo en 2014 donde el 90 % pidió retornar a la Federación Rusa (en la cual estuvo hasta 1954). Hoy Moscú no ha incorporado a las dos repúblicas del sudeste ucraniano, pero ha empezado por reconocer su independencia y su derecho a enviar tropas allí “a petición de sus legítimos gobiernos nacionales”. Crimea, su capital Sebastopol, Donetsk y Luhansk suman unos 80,000 km² y representan a 4 de las 27 regiones oficiales de Ucrania, las cuales Moscú ha anexado o buscará hacerlo. En ellas han venido residiendo unos 9 millones de habitantes, los que componen poco menos del 20 % de la población de 48 millones de ucranianos que figuraba en el último censo.
PUTIN
A inicios del jueves 24 comenzó la ofensiva rusa mientras que Kiev ha declarado la ley marcial. Según la TV rusa, la defensa aérea ucraniana ha sido destruida. El eje de los combates se da en el sudeste del país donde Moscú reclama que todo el territorio de Luhansk y Donetsk debe retornar al control de las repúblicas rusohablantes que llevan dicho nombre. Al momento de escribir estas líneas (mediodía en Rusia y Ucrania del primer día de combate) los noticiosos reportan de que, aparte de incidentes en esas dos regiones, se habrían dado explosiones en varias ciudades importantes de Ucrania como Jarkov (ubicada entre Rusia y el Donbás), Kiev (Ia capital) y Odessa (el principal puerto que hoy tiene Ucrania y que se encuentra en su frontera occidental cerca a Moldavia y a Rumanía).
Los medios occidentales y Kiev reportan que la infraestructura militar y aérea de Ucrania ha sido el blanco de los ataques, pero aún no conocemos si los tanques rusos van a traspasar Luhansk y Donetsk. Por el momento, Belarús viene prestando su territorio para que desde allí operen las fuerzas rusas, pero no hay informes acerca de que su propio ejército haya entrado en combate, algo que pudiese darse más adelante, si el conflicto se agudiza.
Putin sostiene que su intención no es ocupar Ucrania sino “liberar” y “pacificar” a Donetsk y a Luhansk, así como “desmilitarizar” a Ucrania y acabar con los grupos armados nazis que actúan en esta. Occidente viene imponiendo fuertes sanciones económicas contra Rusia, pero no va a mandar tropas, aunque sí van a seguir despachando armas, instructores y asistencia logística.
El Kremlin afirma que se ha visto obligado a iniciar estos operativos porque la población rusa en Ucrania es discriminada y para prevenir que Kiev entre a la OTAN y con ello coloque misiles nucleares a cinco minutos de vuelo sobre Moscú. Mientras Boris Johnson aduce que la OTAN es un pacto meramente defensivo, Putin le retruca diciendo que es de tipo ofensivo, algo que se demostró en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia o Siria.
La OTAN nació en 1949 como una alianza militar contra Moscú y sus aliados “socialistas” de Europa oriental y luego Asia y Cuba. Tras su victoria en la guerra fría, cuando en 1991 logró desintegrar a la URSS y al Pacto de Varsovia, la OTAN ha ido expandiéndose hasta haber logrado que a su esquema ingresen todos los antiguos socios europeos no soviéticos que antes tenía el Kremlin (las repúblicas checa, eslovaca, polaca, húngara, rumana y búlgara), además de tres exsoviéticas del Mar Báltico (Lituania, Letonia y Estonia).
Los putinistas sostienen que en 1962 Moscú se vio obligado a retirar sus misiles nucleares estacionados en Cuba para evitar un conflicto con EE.UU. y que hoy la tortilla se ha dado la vuelta, por lo que Occidente debiera imitar lo que el Kremlin hizo hace seis décadas. Tras meses de presión y, al ver que Joe Biden, Boris Johnson y Zelenski insistían en el derecho de Ucrania de entrar a la OTAN, el Kremlin justifica invadir a su vecino del sur para proteger su seguridad interna.
Según el reportero de la BBC en Moscú, lo que Putin quiere es destrozar al aparato militar y aéreo de Ucrania, obligándole a rendirse, en tanto que Belarús puede reservarse el rol de atacar para oficiar como bisagra en un acuerdo entre Kiev y Moscú. Otros periodistas de dicha cadena británica indican que todos los blancos están siendo objetivos militares y que los rusos tratan de evitar bajas civiles. Pareciera que Ucrania viene siendo atacada desde el norte, noreste, este, sureste y suroeste.
OCCIDENTE
Para Occidente el ingreso de tropas rusas es una violación de la ley internacional y de la soberanía de Ucrania. Ya antes Putin ha reconocido otras repúblicas separatistas (la de Transnistria en Moldavia y las de Abjasia y Osetia del Sur en Georgia, con lo cual ha evitado la expansión de la OTAN).
Los partidos de la derecha “moderada” y del centro, y los liberales, verdes y socialdemócratas de Europa tienden a unirse para condenar a Rusia como un “agresor” que está poniendo en riesgo a una democracia y la unidad e independencia de Ucrania. El primer ministro británico Johnson sostiene que estamos cerca de la peor guerra que haya tenido Europa desde 1945.
Rusia y varios otros países le recuerdan a la OTAN que ellos han arrasado Yugoslavia, Irak, Libia o Siria ilegalmente, sin haber tenido permiso de la ONU y con mentiras, mientras que la invasión a Afganistán solamente dejó muertos (pues los talibanes retornaron al poder), que ellos siguen armando a las peores autocracias del mundo (Arabia Saudita y Emiratos) para seguir destrozando Yemen, que EE.UU. tiene un largo historial de haber invadido y propiciado golpes en su “patio trasero” (Latinoamérica y el Caribe) y que Washington viene de reconocer la anexión del Jerusalén oriental palestino y del Golán sirio por parte de Israel, pese a la oposición de más del 90 % de las Naciones Unidas.
Empero, para Norteamérica y para la Unión Europea Ucrania es una democracia liberal con un capitalismo abierto, lo cual es considerado como un modelo a proteger y a alentar. La OTAN no quiso haber evitado esta guerra haciéndole concesiones a Moscú (como comprometiéndose a no expandirse más esta hacia el este) y Rusia justifica su ataque como una medida “preventiva” para evitar que en un futuro cercano Ucrania pueda volver a tener armas atómicas.
En ese conflicto, EE.UU. va a tratar de hacer que Alemania y Europa dejen de adquirir tanto gas barato a Rusia y que le compren a sus multinacionales uno más caro (pero justificable por razones estratégicas) que viniese del Medio Oriente o de nuevas perforaciones en su país, las cuales pudiesen poner en riesgo los glaciares de Alaska o los acuíferos estadounidenses con la técnica del fracking (bombeo de agua al subsuelo para empujar a los hidrocarburos a la superficie, lo cual puede contaminar aguas de riego o consumo humano).
Joe Biden se siente debilitado en casa por la inflación que no puede detener. El “darle una lección a Rusia” es algo que puede darle réditos internos, hacer reactivar a un sector de sus fábricas (para producir y vender armas) y perforar la diplomacia rusa (la misma que acaba de derrotar a sus aliados en la guerra siria y que ha tejido una alianza antioccidental con China e Irán).
Si Putin se impone, se van a golpear los intentos de la OTAN y de la Unión Europea de expandirse. Para Putin, Kiev es una marioneta de EE.UU. Para varios parlamentarios ucranianos es Rusia quien quiere recomponer su imperio y lograr que Ucrania sea humillada, mutilada o desintegrada.
Los medios occidentales especulan sobre cuál pudiese ser la estrategia de Moscú. Inicialmente, se pensaba que se podría dar un conflicto localizado con el objetivo de que la totalidad de Luhansk y Donetsk sean “recuperados” por las dos repúblicas separatistas prorrusas que tienen ese mismo nombre. Sin embargo, no se puede descartar un desembarco anfibio por el Mar Negro hacia Odessa y la costa sur de Ucrania, donde hay mucha población rusohablante que puede simpatizar con los atacantes, así como la marcha de tanques para capturar Jarkov o Kiev.
Como Ucrania no es parte de la OTAN no se puede aplicar el estatuto de esta, lo que hubiese implicado la inmediata respuesta militar de la Europa que vive bajo el paraguas atómico de ingleses, franceses y, sobre todo, norteamericanos. A Washington no le conviene un enfrentamiento directo con Rusia, la potencia que más armas nucleares tiene, aunque sus Fuerzas Armadas sean superiores en soldados, aviones y vehículos de guerra. Según Moscú, la OTAN ha tenido unos 20 mil efectivos entrenando y asesorando al ejército ucraniano, dotado hoy de misiles semidirigidos que pueden destrozar aviones o tanques.
Al parecer, la estrategia que tendría Ucrania pudiese ser la de trasladar su capital hacia el oeste (a Lvov) y prepararse para una resistencia con guerrillas, la cual buscaría transformar a su país en un nuevo Afganistán que acabe humillando a Moscú con muchas bajas y el ramalazo de una crisis presupuestal. Por ahora, Kiev va a buscar llamar a fuerzas extranjeras a su interior. Como la OTAN no puede ni quiere hacerlo, el primer paso puede ser pedir que la Asamblea General de la ONU autorice a los cascos azules como fuerzas de paz, algo que el Kremlin va a querer vetar.
Joe Biden y Boris Johnson necesitan derrotar a Moscú para poder evitar ser arrasados por sus respectivas oposiciones en casa. Las repercusiones de este conflicto van a durar mucho tiempo. Si bien las negociaciones han quedado suspendidas, no se puede descartar que la diplomacia vuelva a jugar su parte estando Rusia en mejores condiciones.
Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°581, del 08/04/2022 p21