Sanciones y desdolarización
Daniel Espinosa
Sopesando las consecuencias de las sanciones económicas impuestas sobre Rusia por EE.UU. y sus obedientes aliados europeos, una alta autoridad del Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió a fines de marzo sobre el “debilitamiento de la posición dominante del dólar” en el gran mercado global.
El agresivo régimen de sanciones ha logrado que Moscú y algunos de sus socios comerciales se decidan por implementar estructuras económicas y financieras paralelas. Lo que se observa es la aceleración de varias tendencias político-económicas que ya venían anunciándose desde fines del siglo XX, como el lento declive del orden unipolar y un creciente desafío a la hegemonía del dólar.
Lejos de acabar con la invasión de Ucrania, la guerra económica en ciernes podría estar teniendo efectos secundarios inesperados para Occidente. Como señaló recientemente el diario británico “Financial Times” (FT, 30/3/22), los bancos centrales del mundo vienen diversificando sus instrumentos de ahorro y adquiriendo yuanes chinos y divisas no tradicionales, en detrimento del dólar y el euro. La tendencia se inició a principios de siglo –explica Gita Gopinath, del FMI–, pero viene acelerándose ante la profusión de sanciones contra Rusia y la necesidad de varios países de continuar importando sus materias primas.
La respuesta de Moscú a la avalancha de medidas punitivas –que a fines de febrero hundió el precio del rublo– consistió en elevar la tasa de interés de su banco central, restringir el acceso de sus corporaciones a monedas distintas de la nacional e impedir el cobro de bonos y acciones rusas por parte de inversionistas extranjeros. El Kremlin también tuvo éxito revirtiendo la depreciación de su divisa exigiéndoles a los países “no amigos” que pagaran sus compras de gas en rublos.
Como observó para FT la economista en jefe del FMI, el Kremlin no es el único que está renegociando la moneda en la que cobra por sus exportaciones. Sin embargo, notó que en general la hegemonía del dólar aún permanece sólida. Lo que la representante del fondo no señaló es la crisis de confianza generada por el hecho de que EE.UU. mantenga la prerrogativa de secuestrar los fondos depositados en sus bancos y los de sus aliados europeos ante virtuales desavenencias políticas, como sucedió hace poco con Venezuela y Afganistán, y ahora pasa con Rusia. En el primer caso, Londres se quedó con casi 2 mil millones de dólares en oro. En el segundo, el gobierno de Biden congeló 7 mil millones de dólares y en el tercero, más de 500 000 millones de dólares rusos han sido confiscados en Estados Unidos, Europa y Japón.
Europa no puede prescindir del gas natural de Rusia –que constituye el 40 % de su provisión total del insumo– y la Unión Europea tampoco ha sido capaz de reunir los votos necesarios para oficializar un embargo en perjuicio de su petróleo. La resistencia del rublo, en suma, se ha basado en la solidez de su sector energético (que este año venderá más que el anterior) y en la capacidad de maniobra de su banco central.
El embargo económico tampoco ha hecho mella en la popularidad de Vladimir Putin de cara a los rusos. La confianza en quien hoy dirige el Kremlin creció de 67.2 % –cifra previa a la invasión– a 81.6 % (Reuters, 8/4/22). Como veremos, políticas de sanciones como la presente rara vez tienen éxito.
Historial de fracasos
El economista y profesor estadounidense Jeffrey Sachs critica la costumbre de Washington de sancionar a diestra y siniestra. Por lo general, estas medidas “no se traen abajo regímenes… ni siquiera cambian la política”, señaló el economista para un “podcast” británico. Insistió en que ninguna sanción –sobre todo, en ausencia de negociaciones y diplomacia– reducirá el padecimiento ucraniano. Sachs lamentó que George W. Bush haya alentado la incorporación de Ucrania en la OTAN en 2008, antes de abandonar la presidencia de EE.UU.: “muchos comentaristas, dentro y fuera del gobierno, señalaron que ese era un camino extraordinariamente peligroso”. “Desde el punto de vista ruso, ciertas operaciones de la OTAN, como el bombardeo de Belgrado en 1999, no se ven tan defensivas”, observó también el economista con cierta ironía (Times Radio 17/3/22).
Pero ¿cómo hablar de estados de sitio sin mencionar a la recientemente fallecida Madeleine Albright? Una de las cuestiones que hicieron famosa a esta ex secretaria de estado norteamericana –la primera mujer en ese cargo– fue su comentario sobre la muerte masiva de niños en Irak durante la década del 90. En 1999, Unicef publicó unos hallazgos de horror: los iraquíes habían visto morir a 550 mil niños adicionales durante los últimos nueve años. Habían muerto por efecto de los bloqueos y las sanciones impuestas por la ONU luego de que Saddam Hussein invadiera Kuwait.
La ex secretaria de Estado dijo que las muertes –un verdadero genocidio– habían valido la pena. Albright fue embajadora de EE.UU. para la ONU entre 1993 y 1997; desde ahí, se aseguró de que el criminal embargo contra Irak no amainara. La Guerra del Golfo de George H. W. Bush había destrozado la infraestructura iraquí, que ahora carecía en gran medida de agua potable y hospitales bien suministrados. Las sanciones que valieron la pena, según la ex secretaria de Estado, no lograron sacar del poder al dictador iraquí, que tendría que esperar unos años más hasta la invasión estadounidense.
La muerte de Albright el pasado 23 de marzo, a la edad de 84 años, ha suscitado gruesas pero previsibles omisiones por parte de la prensa corporativa, que no resaltará el alto grado de violencia involucrado en las políticas impulsadas por la consejera de George W. Bush y Bill Clinton, entre otros. “¿Qué sentido tiene poseer este magnífico ejército del que siempre hablamos, si no podemos usarlo?”, le preguntó la embajadora alguna vez a un incrédulo Colin Powell, ex jefe del comando conjunto de EE.UU. y cómplice en agresiones y saqueos de ultramares.
La frase la define muy bien: competía en violencia con sus colegas del género masculino. Para imponerse sobre Irak a punta de sanciones, Madeleine Albright hizo una potente campaña para sacar del medio a Butros Ghali, secretario general de la ONU hasta 1997, y a quien un perfil psicológico de la CIA había calificado de “incontrolable” e “impredecible”.
Así informó “Le Monde Diplomatique” en noviembre de 1996: “La única superpotencia que queda ha declarado la guerra a un hombre que goza de la simpatía de la gran mayoría… La decisión de (EE.UU.) es inalterable: el Sr. Butros Ghali debe irse, sea cual sea la opinión de la comunidad internacional”. Y luego: “…La caída del muro de Berlín había permitido a Estados Unidos conducir la guerra del Golfo casi a su antojo y esto sugería un modelo para el futuro: la ONU propone, por iniciativa de Washington, y Estados Unidos dispone. Pero Butros Ghali no compartió esa visión del fin de la guerra fría”.
Proteccionismo forzoso
Para otro economista norteamericano, Michael Hudson, el gobierno estadounidense y su agresiva política sancionadora fuerzan a países como China y Rusia a desdolarizar sus economías. Los embargos impuestos sobre la agricultura y la industria rusas –dice este profesor de la Universidad de Missouri– obligarán al país a depender de sí mismo, dejando atrás el enfoque “neoliberal” que antes le impidió proteger los sectores mencionados.
La lectura de Hudson es una condena a la torpe soberbia con la que se conduce la política exterior hegemónica: “Tratar de obligar a Rusia a responder militarmente y, por lo tanto, quedar mal ante el resto del mundo, está resultando ser una táctica diseñada simplemente para garantizar que Europa contribuya más a la OTAN, (para que) compre más equipo militar… y se encierre más profundamente en el comercio y la política monetaria dependientes de los Estados Unidos. La inestabilidad que esto ha provocado está resultando tener el efecto de hacer que Estados Unidos parezca tan amenazante como la OTAN afirma que sería Rusia”.
Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°582, del 15/04/2022 p19