Perú: Derecha chavetera
Ybrahim Luna
Ahora que un coletazo de la naturaleza nos ha desnudado y ha evidenciado más que nunca nuestras diferencias sociales, es bueno cuestionar el verdadero rol del Ejecutivo con respecto a la nación, y, sobre todo, el papel que la derecha gobernante le quiere asignar: ¿un Estado protagonista y represor o uno pasivo y subsidiario? Y podemos hablar también de los dilemas de una derecha que siempre gobierna sin ganar elecciones, una trinchera llena de máscaras y garrotes que sabe que se le vienen tiempos difíciles si de eludir nuevos Castillos y futuros Antauros se trata.
A diferencia de lo que muchos creen, ni los estropicios del gobierno de Pedro Castillo, con sus casos de corrupción y un golpe de Estado de papel bond, ni la mano dura de su sucesora Dina Boluarte, el sueño de cualquier grupo paramilitar, le harán el camino más fácil a la derecha peruana para llegar al poder el 2026. El suicidio de una izquierda falsamente popular y radical no ha acabado con las esperanzas de la aparición de un caudillo que lo cambie todo a punta de populismo y confrontación. Es un error creer que el camino está allanado para los que hoy, con una increíble desaprobación civil, ostentan un poder tan obsceno.
El odio por todo lo que represente un atentado contra el pueblo se ha acentuado a fuego en las provincias peruanas. La derecha sabe que el gobierno represor y cívico-militar de Boluarte no es la fórmula para mantener el sistema que desea. No se puede gobernar a salto de mata, como creen los fujimoristas. Vale, en este punto, hacer una diferencia entre las derechas que nos gobiernan. Porque una cosa es esa derecha económica, la de las ocho o diez familias más poderosas del país, que tiene como bandera un mercado estable con una democracia de fachada para que el milagro de los monopolios obre a sus anchas; y otra, la derecha chavetera que solemos ver en el Congreso y la televisión, nada ilustrada, católica hasta la inquisición, soez, capaz de hacer los trabajos sucios creyendo que así serán aceptados en el club económico, cosa que nunca ocurrirá. La derecha económica solo quiere vender y ganar, y para eso financia autoridades sumisas, leyes a su antojo y un terreno estable, sin sobresaltos. La derecha chavetera quiere conflicto, vengarse de la izquierda y de los caviares por considerarlos la peor plaga desde Sendero Luminoso y el MRTA, y no le interesa lo bajo que pueda caer ni la rabia en contra que pueda acumular en ese proceso de represión. Una derecha absolutamente bruta.
Una derecha más o menos ilustrada (debe haberla), y alguna vez filosóficamente liberal (al liberalismo lo mató Fujimori con su versión “neo”), debe estar preocupada por la situación actual, y debe sentir vergüenza ajena por las caras visibles que exigen representarla: exmilitares racistas, jóvenes fujimoristas que quemarían El Capital de Karl Marx, creadores y difusores de fake news, ultraconservadores con crucifijo que piden bala para los provincianos, etc. Y la preocupación debe extenderse al futuro inmediato, a las elecciones presidenciales de 2026. Las apuestas por Keiko Fujimori ya fracasaron en tres oportunidades, y con todo el dinero del mundo. Millones de soles al agua cada cinco años.
Y esa preocupación es más real de lo que uno puede creer. Recordemos, si no, la confrontación electoral del año 2016 entre Keiko Fujimori (Fuerza Popular) y Pedro Pablo Kuczynski (Peruanos Por el Kambio). Fue el escenario soñado de nuestra derecha: la hija de un exdictador y un lobista sin límites, además se le había cerrado el paso a un chavismo inexistente y se aseguraba el modelo económico. Pero al final todo fue una pesadilla, porque el lado chavetero que perdió, pero que tuvo buena representación congresal, terminó venciendo al lado técnico de un PPK sin bancada. No importó el indulto bamba al exdictador Alberto Fujimori, el lado keikista había desconocido en la práctica al presidente (a pesar de las palabras de su lideresa), y no paró hasta hacerlo renunciar. Era la derecha populista versus la derecha tecnocrática. Y de esa batalla de hace siete años, es que venimos arrastrando la inestabilidad política que nos hizo elegir a Castillo, y que probablemente nos haga elegir a otro outsider con tal de que no gane el fujimorismo de siempre.
El asunto es que la derecha populista sigue creciendo porque le ha perdido el miedo al ridículo, y ha adoptado la versión trumpista de la que hizo gala Rafael López Aliaga (Renovación Popular) en la campaña pasada. Ahora ya no se esconden los que en nombre de la cruz piden pena de muerte y muerte al comunismo. Ya cruzamos la frontera de lo impresentable. Y ese es otro problema para la derecha. Todas las expresiones antiizquierda querrán un lugar en la contienda. La derecha no sólo llegará fragmentada a las elecciones de 2026 sino excesivamente representada. Hay para todos los gustos y colores, como el economista Hernando de Soto (Avanza País), por ejemplo. Y eso juega en contra de una candidatura unitaria que asegure el 50% +1 luego de la primera fase, porque en la misma derecha hay sectores que ya están hartos de Keiko y quieren un rostro nuevo, como el del millonario Roque Benavides (que tiene simpatías por el APRA).
La derecha ilustrada, pequeñísima isla, sabe que en este escenario no puede alentar una candidatura de centro-derecha, porque sería devorada por una izquierda radical o una derecha populista. Así que, sin protagonismo, el liberalismo moderado debe conformarse con ser un espectador y escribir muy de vez en cuando algún artículo de opinión en el diario “El Comercio”.
Lo que nos hace preguntarnos a muchos: ¿en una hipotética segunda vuelta entre Keiko Fujimori y el millonario minero Roque Benavides, a quién apoyaría la Confiep? Aunque cueste creer, la mayoría del gremio de empresas privadas (de la que Roque fue presidente en dos oportunidades) lo haría por Keiko Fujimori, aun arriesgándose a una nueva derrota. Y es que nuestra derecha mercantil siente que le debe a Alberto Fujimori toda su fortuna y bonanza, además de la pacificación del país y el control de la inflación. No importa de dónde vengan esas fortunas, se lo agradecerán siempre.
24-03-2023
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 628 año 13, del 24/03/2023, p15