Perú: Lo peorcito en Salud
Ronald Gamarra
Han nombrado ministro de Salud a César Vásquez Sánchez, médico con escasa experiencia en la administración de la salud pública, pero con abundante prontuario de denuncias e investigaciones penales en una trayectoria más bien turbia antes que opaca. No puede extrañar: se trata de un pupilo aprovechado de César Acuña, dueño de APP y otros negocios. Con una gran habilidad y muchos contactos políticos para salir, hasta el momento, limpio de polvo y paja de tantos enredos judiciales, no cabe la menor duda. La pregunta es: por qué los peruanos tenemos que soportar que nos pongan gente así en el gobierno, con antecedentes tan malolientes.
Uno de los casos más resaltantes que adornan a César Vásquez Sánchez es la denuncia constitucional que la Fiscal de la Nación Zoraida Ávalos presentó contra él, en su condición de excongresista, por delito de tráfico de influencias como parte de la organización “Los temerarios del crimen”, encabezada por el exparlamentario y alcalde de Chiclayo David Cornejo Chinguel. El actual Congreso, en el cual su partido APP tiene una representación significativa y alianzas múltiples, no aprobó la denuncia constitucional, tal como lo ha hecho en varios otros casos, y con ello lo encubrió y le garantizó impunidad.
¿Es este señor quien debe gestionar la emergencia por la epidemia de dengue, que se desbordó como nunca antes por la negligente actitud del gobierno y su ministra de Salud, la inefable señora Rosa Gutiérrez? Pues gracias al gobierno de Dina Boluarte, sus aliados del fujimorismo y la derecha, y su ministra, tenemos ahora el peor índice de letalidad en América Latina por una enfermedad por la cual nadie debería morir, si tuviéramos un sistema de salud pública mínimamente organizado y digno de ese nombre. La designación de César Vásquez es una pésima señal para el sistema de salud, sometido a lo peorcito que hay en plaza.
Es evidente que César Vásquez no ha sido puesto en Salud para enmendar ni rectificar nada de lo que está de cabeza en el sector. Su nombramiento simplemente llena una cuota política, a cambio de lo cual Dina Boluarte espera un mayor apoyo de Acuña y APP. Por cierto, con su designación se garantiza que no se moverá nada de lo que conviene a los intereses creados que dominan el ministerio de cabo a rabo y lo han convertido en una maquinaria burocrática pesada, ineficiente, incapaz de afrontar y ponerse al día con los desafíos que amenazan cada vez más la salud de los peruanos, sobre todo los más pobres.
César Vásquez Sánchez es el segundo ministro de Salud en los seis meses de la presidencia de Dina Boluarte y el sexto ministro de Salud desde el 29 de julio de 2021, hace menos de dos años, cuando se inició el actual período de gobierno con Pedro Castillo. Un promedio de un ministro cada cuatro meses. Sin contar con que la mayoría de ellos fueron encumbrados por favor político, sin poseer la trayectoria ni las calificaciones profesionales y, con frecuencia, tampoco las competencias morales para desempeñar un cargo que implica una enorme responsabilidad.
La inestabilidad, mejor dicho, el caos, en la dirección del Ministerio de Salud se ve con más claridad si se considera este mismo indicador, la duración de los ministros, en el largo plazo. Así tenemos que Alejandro Toledo tuvo cuatro ministros de Salud; Alan García, tres y Ollanta Humala, tres. En total, diez ministros en 15 años. Pero desde que la mala perdedora de las elecciones del 2016, Keiko Fujimori, le declaró la guerra a muerte a Kuczynski y abrió la caja de Pandora de la vacancia presidencial, el caos se impuso en la política peruana y también en el sector Salud, donde se han turnado 17 ministros en tan solo siete años.
Pasamos de un promedio de un ministro cada año y medio a un promedio de un titular cada cuatro o cinco meses. Con el agravante de que cada ministro trae su propia corte de servidores y secuaces de confianza, y hace lo posible y lo imposible por meter al ministerio a los allegados, los amigotes, parientes y favorecidos. El resultado es la imposibilidad de que el sector sea dirigido con coherencia y planificación. En medio del caos de dirección, la burocracia de carrera se paraliza y trata de hacer lo mínimo para evitarse esfuerzo y complicaciones. En la práctica, las mafias ya enquistadas tienen el control de los resortes para asaltar el erario.
La situación del sector Salud no permite albergar esperanza ni optimismo alguno, si además de durar poco, los ministros ofrecen cada vez una peor imagen y trayectoria profesional y moral. Ignorancia, incompetencia y voluminosos antecedentes policiales y judiciales ya no parecen escandalizar ni repugnar a quienes gobiernan y nombran funcionarios. Al contrario, da la impresión de que buscan ese tipo de próximos. Los partidos mayoritarios del Congreso no han dicho esta boca es mía ante el nombramiento de César Vásquez Sánchez. Y cómo habrían de hacerlo, si no les ha preocupado en absoluto la epidemia de dengue.
Eso explica por qué no tocan al presidente de EsSalud, Arturo Orellana, que pasa piola a pesar de sus tremendos anticuchos, que van desde la ineficiencia de la institución ante la epidemia de dengue hasta los gastos excesivos en autos de lujo, por ejemplo, su interés tan especial en el pago de 41 millones a una empresa, o la mala praxis médica denunciada por el señor Christian Guerrero, quien afirma que Orellana le dejó una gasa al intervenirlo quirúrgicamente hace algunos años, lo que casi le cuesta la vida y de hecho le tuvieron que extraer gran parte del estómago. Sin embargo, allí sigue tan campante, sin asumir la responsabilidad de nada y sin que el gobierno ni el Congreso se lo exijan.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 641 año 14, del 16/06/2023, p20