Perú: Vientos autoritarios
Ronald Gamarra
El mapa político de América Latina está movido. Una doble división atraviesa la región. La primera es por la orientación política, y así tenemos un conjunto importante de gobiernos de izquierda y otro grupo, minoritario por el momento, de administraciones de derecha. Pero desde el punto de vista de la democracia, se aprecia otra fragmentación, sin duda más importante: gobiernos democráticos, por un lado, y gobiernos autoritarios, que son cada vez más.
El común denominador parece ser que la democracia no vive su mejor momento en el continente. Los regímenes autoritarios tienden a aumentar, incluso bajo formas democráticas. Los mandos que se mantienen republicanos enfrentan crecientes dificultades y luchas internas que, eventualmente, podrían terminar empujándolos hacia el terreno de los despotismos, que parecen vivir un momento de auge.
Así tenemos un grupo de países claramente autoritarios o directamente dictatoriales, entre los cuales Venezuela, Nicaragua y Cuba son de izquierda, mientras Guatemala y El Salvador son de derecha. En Guatemala se está dando ahora un proceso golpista para impedir el acceso a la presidencia de un candidato ajeno al acuerdo de corruptos que detentan el poder. Venezuela, que hace una década lideraba la izquierda continental, sigue en la ruina y políticamente de capa caída.
Por otro lado, vemos una comunidad de estados democráticos con gobiernos de izquierda: México, Colombia, Brasil, Bolivia, Chile. Argentina dejará de pertenecer a este grupo desde el 10 de diciembre, cuando el ultraderechista Milei asuma la presidencia. De estos países, Chile destaca por representar una democracia casi irreprochable. En los demás territorios, y en diverso grado, las administraciones de izquierda están teñidas de un cariz caudillesco y mesiánico que perjudica la democracia.
En Colombia hay una gran polarización política que viene de la historia y no encuentra aún la vía de una salida consensuada. La derecha está agazapada, por el momento, esperando el momento del desquite. En Brasil, la derecha puso a prueba la democracia temerariamente al virar hacia el trumpismo con la presidencia de Bolsonaro y hasta se intentó un golpe de mano para derrocar al presidente Lula, que aún no consigue asentarse.
En el grupo de países democráticos con gobiernos de derecha, tenemos a Costa Rica, Uruguay, República Dominicana, Panamá, Ecuador y dentro de 15 días también Argentina. Los dos primeros países son democracias ejemplares y ya duraderas, que podemos considerar consolidadas. Los dos siguientes están en proceso de franca afirmación. Pero Ecuador y Argentina viven situaciones de gran conflictividad y polarización que ponen en peligro el régimen.
En este esquema, ¿dónde se sitúa nuestro país? El Perú estaba en el flanco de los gobiernos de izquierda con Pedro Castillo, aunque contrarrestado por un congreso en radical oposición de derecha. Con Dina Boluarte, exvicepresidenta de Castillo, se da un salto que nos ubica claramente en el sector de la derecha, bajo el poder de una alianza de intereses que sobre todo quiere aferrarse a sus privilegios e intereses mercantilistas.
Pero, por otro lado, la democracia, que ya hacía agua desde la pataleta de Keiko Fujimori como la mala perdedora del 2016, ha venido radicalmente a menos con la actual alianza de Dina Boluarte y la mayoría derechista del parlamento, que en su empecinamiento en quedarse en el poder ha incurrido en inadmisibles violaciones de derechos humanos y el avasallamiento de las instituciones democráticas por parte de la prepotente mayoría congresal.
Estamos con un pie fuera del estado de derecho, lo cual nos aproxima o quizás nos incluye entre los países donde campea el autoritarismo. No podemos decir ya que vivimos bajo una democracia. El contenido y las formas de la nuestra han sufrido un acelerado vaciamiento de contenido. Con el agravante de que, como en Guatemala, por ejemplo, tenemos redes delincuenciales que han infiltrado todo el estado.
No es el mejor momento para la democracia en América Latina. En realidad, tampoco en el mundo. Una ola de intolerancia se extiende desde la ultraderecha y la izquierda dura, sobre la cual revolotean políticos convenidos a la caza de una oportunidad “histórica”. Importantes sectores de los pueblos, ante las frustraciones de la democracia o empujados por temores de diversa índole, reaccionan endosando su apoyo a líderes autoritarios como Milei, que parecen ofrecerles una seguridad que sienten haber perdido o que encuentran inalcanzable.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 663 año 14, del 24/11/2023