Perú: La salud peruana y los reyes desnudos

Víctor Zamora Mesía

«El Rey Desnudo» es la denominación popular para el cuento «El Traje Nuevo del Emperador», escrito por Hans Christian Andersen. La esencia de la trama radica en la vanidad de un monarca mareado de poder, ignorante y frívolo que ha caído presa de dos estafadores y el silencio cómplice de la corte palaciega. Engañado, el monarca cree ostentar un traje magnífico pero que se presenta como «invisible» para aquellos que carecen de inteligencia suficiente, cuando en realidad se encuentra completamente desnudo.

El Perú se encuentra así, bajo el yugo de una clase política exhibe su desnudez de ideas, de ética, de proyecto colectivo, y de sentido de bienestar, envueltos en un discurso carente de sustancia, acciones sin rumbo y agendas desprovistas de un propósito genuino, más allá de satisfacer la voracidad de las vanidades y los intereses mercantilistas que los respaldan. Sus atuendos ilusorios son recibidos con aplausos efusivos, por supuesto de aquellos que se benefician de las prebendas del poder.

Tan evidente es que viven a espaldas del pueblo que las encuestas no los interpela. Al cierre de enero de 2024, el sondeo del Instituto de Estudios Peruanos publicado en el diario La República el 28 de enero de este año revela que apenas un 9% respalda la gestión de la presidenta y un magro 5% el del Congreso.

Lo más inquietante es que dos de cada tres encuestados, especialmente la población joven, afirman que su situación ha empeorado en el último año, revelándose así un sentimiento generalizado de desesperanza.

Otro aspecto del descalabro institucional es la desaprobación y abierto rechazo a los ministros. La encuesta de Datum, divulgada el 15 de enero a través del diario El Comercio, revela que la mayoría de la población demanda un cambio de gabinete y señala directamente a los ministerios de economía, interior y salud como los principales responsables del bajo rendimiento, atribuyendo la responsabilidad política de esta situación al señor Otárola, primer ministro.

Los ejemplos de lo primero son evidentes, como los pomposos anuncios de reactivación económica bajo el llamativo título de «Punche Perú» o las promesas de restablecer la seguridad respaldadas por el elaborado «Plan Boluarte». El primero culminó en recesión, aumento del desempleo, crecimiento de la pobreza y de la inseguridad alimentaria. En cuanto al segundo, su inexistencia quedó patente y la inseguridad continúa su ascenso incontrolable.

Sin embargo, ni a la señora Boluarte ni a los integrantes de su gabinete, estas cifras, ni el fuerte tirón de cabellos, parecen lograr que se conecten con la realidad. Desnudos, continúan exhibiendo sus galas inexistentes.

El sector salud no es la excepción.

Además de las razones políticas, también se añaden motivos relacionados con la mediocre gestión de gobierno, que incluye, lamentablemente al sector salud.

El ministro actual, el médico César Vásquez, sexto titular de esa cartera desde la juramentación de Pedro Castillo como presidente de la República y el segundo del periodo Boluarte, anunció tres pilares en su gestión: fortalecimiento del primer nivel de atención, salud digital y atención al cáncer.

Uno de sus primeros anuncios, precisamente, fue el lanzamiento del «Plan Mil» destinado a mejorar el primer nivel de atención. La idea en esta propuesta no es nueva, se opta por desempolvar una propuesta lanzada durante el gobierno de Ollanta Humala en el cual se priorizaron 748 establecimiento de salud denominados «estratégicos». Seis meses después de realizado el anuncio, el famoso Plan Mil no ve la luz, ni en papel ni en el presupuesto.

En otro de los pilares de la gestión, el cáncer, el ministro Vasquez tuvo que admitir públicamente que, efectivamente, estamos enfrentando una aguda escasez de productos oncológicos.

Independientemente de las prioridades sectoriales, todo profesional que haya realizado gestión sanitaria sabe que nos enfrentamos constantemente a innumerables contingencias, destacando entre ellas las epidemias.

Las carencias en la gestión sanitaria se evidenciaron durante el repentino aumento de casos de COVID-19 en diciembre de 2023.

Diversos inconvenientes evidenciaron la pérdida de dirección en las acciones de prevención y control de la enfermedad, como se detalla en el artículo «COVID19-Perú, 4to año: Confusión, retraso e indefiniciones». En síntesis, la situación llegó a un punto crítico al descubrirse que las vacunas bivalentes en uso ya habían caducado, generando un serio problema reputacional para la estrategia de vacunación contra la COVID-19. A esto se sumaron otros problemas, como las demoras en la transición a la nueva vacuna monovalente adaptada (especialmente notorio cuando Chile ya la había implementado en noviembre de 2023), la escasez de métodos diagnósticos, la disminución de la credibilidad en los datos abiertos, el manejo de las mascarillas y la vuelta al trabajo presencial en casos leves.

Todo esto llevó al ministro a reconocer la falta de preparación del Ministerio de Salud (MINSA) para enfrentar un nuevo brote de la enfermedad.

La amenaza del Dengue es otro frente abierto.

En 2023, se registraron cifras históricas con más de un cuarto de millón de casos reportados y casi 500 fallecidos, situándose entre las tasas de mortalidad por Dengue más altas a nivel mundial. En las primeras tres semanas del 2024, según el análisis del Ingeniero Juan Carbajal, se ha reportado un aumento considerable (+35%) en comparación con el mismo período del año anterior. A la par de esta preocupante situación, Perú nuevamente queda rezagado frente a Brasil y Argentina en lo que ha incorporación de nuevas tecnologías se refiere. Brasil ya ha iniciado la vacunación contra el Dengue, mientras Argentina se prepara para hacer lo propio.

La falta de planificación, la improvisación y la desorganización vuelven a pasar factura, repitiendo patrones observados durante la gestión de la ex ministra de salud, la médica Rosa Gutiérrez. Estos desafíos demandan una pronta y efectiva respuesta para evitar que la situación del Dengue se agrave aún más en el país.

A los problemas de liderazgo y gestión técnica sectorial ya mencionados, se suman los problemas derivados de la formulación del presupuesto, el cual se agrava para el año 2024, tal y como lo han señalado el exministro Ugarte como por los analistas Pedro Brito y Miguel Zúñiga, como los de ejecución presupuestal ya analizados en mi artículo «Los costos de la impericia en la gestión sanitaria».

La carencia de planes estructurados con objetivos definidos y adecuadamente financiados, así como la descapitalización técnica y administrativa del Ministerio de Salud (MINSA), exacerbada por la rotación constante de funcionarios, que ha superado el centenar en los últimos seis meses, se suman a las ya conocidas debilidades estructurales del sistema de salud peruano, generando un deterioro progresivo de los resultados sanitarios.

Lamentablemente, ante estos desafíos y los magros resultados, las autoridades no hacen sino exhibir, día a día, su cruda desnudez.

Víctor Zamora Mesía. Ex-Ministro de Salud del Perú y Asesor Internacional en Políticas y Sistemas de SaludEx-Ministro de Salud del Perú y Asesor Internacional en Políticas y Sistemas de Salud

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